La escena
En la localidad de Santa Elena, departamento de La Paz, hace unos años la empresa “El Mana Puerto Buey” adquirió la explotación del puerto. La empresa tenía entre sus dueños a la familia Winitzky, de origen Peruano. Ricardo, hijo de Julio Winitzky, habría sido integrante del equipo de Vladimiro Montesinos durante el gobierno de Alberto Fujimori. Montesinos fue un militar y agente de inteligencia al servicio de la CIA, conocido por repartir favores y dinero a empresarios y políticos. Otro de los dueños de la empresa Puerto Buey es la antigua familia Giebert, con miles de hectáreas en la zona y con largos vínculos con el empresario, vaciador de empresas, Sergio Taselli, actual dueño del frigorífico de Santa Elena. Un tercer actor en el entramado propietario, es la Cooperativa Agropecuaria La Paz Limitada, una cooperativa agropecuaria que tiene más de 50 años de existencia y que además de ser una de las dueñas del puerto era la que lo tenía en alquiler y hacia uso del mismo. La cooperativa, dicen en La Paz, tiene un fuerte trabajo con la multinacional Cargill, a la cual le vendería granos, los cuales serían enviados a los puertos y aceiteras de la misma multinacional vía barcazas.
En el mes de marzo —dicen los medios de comunicación locales— dicho puerto fue vendido a otra multinacional: la Louis Dreyfus Company (LDC), una de las cinco grandes cerealeras globales, quien compra la totalidad del puerto quedándose con ese enclave. Según la misma compañía la adquisición de este centro de acopio y puerto de barcazas, forma parte de una estrategia de expansión logística para fortalecer la red de acopios y optimizar el transporte de granos hacia los principales puertos exportadores del país. Puerto Buey cuenta con una capacidad de embarque de 450 toneladas por hora y un almacenamiento estático de 22.000 toneladas, ampliable a 55.000 toneladas mediante silobolsas. Además, “incorpora una oficina comercial para brindar servicios logísticos, financieros, venta de insumos y asesoramiento en sustentabilidad”. La ubicación de Santa Elena permite una conexión directa con los puertos propios en Timbúes y General Lagos (Santa Fe), ubicados a 260 y 320 kilómetros al sur, respectivamente, donde se canaliza gran parte de las exportaciones agroindustriales. A través del uso del río Paraná, la compañía busca reducir costos logísticos y fortalecer su posicionamiento en la disputa por la cadena agroexportadora.
La realidad
Profesionales y conocedores en temas agropecuarios, señalan que LDC compra el puerto de Santa Elena para poder acceder a la producción del norte de la provincia, para realizar convenios directos con los productores de la zona que produzcan granos, que ellos luego llevarán por barcaza a sus puertos de ultra mar y exportar directamente estos granos. En esta nueva etapa, comentan, la empresa proyecta también comercializar cultivos no tradicionales. Se habla de profundizar la producción de colza y de carinata, dos cultivos que se usan para generar biocombustible, de alto valor y calidad, usado para motores de aviones. La multinacional dice que estos cultivos ayudarían a diversificar la producción agropecuaria y que son altamente beneficiosos para el ambiente. Pero la tramoya está en que estos dos cultivos son de invierno y compiten con los que se realizan en la temporada invernal, como es el trigo, la cebada o el centeno. Además, al no ser una gramínea sino una brasicácea, el índice de cultivo no es el mismo —la relación entre lo que se lleva en los camiones (el grano), y lo que queda en el campo (las partes no recolectables).
De esta manera, a la sombra, se busca que los cultivos como la colza y la carinata en realidad profundicen el modelo agroexportador, insumo-dependiente y sostenido con endeudamientos, ya que ayudan al aumentar la superficie de soja, principal cultivo que ejemplifica el modelo. Dicen los campesinos que las brasicáceas potencian el modelo, porque desocupan el lote de 20 a 30 días antes que, por ejemplo, un trigo, facilitando y mejorando la posibilidad de realizar sobre ese mismo lote la siembra de soja.
Se sabe que las empresas como Louis Dreyfus Company (LDC) incentivan la siembra de estos nuevos cultivos por la demanda global de biocombustibles. Para fomentar dicho cultivo se generan firmas de convenios cerrados donde el productor se compromete a realizar una cantidad de superficie y las empresas como Dreyfus les brindan los insumos a pagar a cosecha. Pero también, si el cultivo se realiza sobre suelos que hayan sido desmontados con anterioridad al año 2008 —cuando entró en vigencia la Ley de Bosques Nativos— la empresa les entrega un Bono de Carbono por cada 50 hectáreas sembradas (entre 3 a 4 mil dólares cada bono). Además, si el productor no puede obtener más de 1200 kg por hectárea, no le cobran la semilla —situación que puede suceder por la falta y/o exceso de agua, o por afectación de heladas tempranas cuando el cultivo esta recién naciendo. Otro incentivo es un plus de 5 dólares por tonelada de soja sembrada sobre el lote que viene de carinata. Todas estas son herramientas de fomento del cultivo, e incentivan al productor a realizar este cultivo antes que un trigo.
La cooperativa de La Paz, luego de la venta de El Mana Puerto Buey, se quedó sólo con el punto de embarque. Ya tenía uno en la ciudad de La Paz, pero ha logrado la aprobación y autorización de nación para la construcción de un puerto propio, donde poder embarcar la producción que realizan sus socios. La Cooperativa posee unos 120 socios y otros tantos asociados y clientes en la compra y comercialización. La Cooperativa posee una parte importante de la venta de los granos que concentran para Cargill, pero también, y recientemente, para la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA) a quien le vende gran parte de los granos en la actualidad.
Profesionales y campesinos, aseveran que estos acontecimientos muestran que se profundiza el modelo agroexportador, que concentra no sólo la tierra sino también la producción en pocas manos, desalojando a comunidades y desmontando los campos, en perjuicio de la biodiversidad y de la soberanía alimentaria de los pueblos. La extranjerización de la tierra, de la producción, de los medios de comercialización, como los puertos y el río, son parte de la entrega y la dependencia que pesa sobre la nación. Sin soberanía política, económica y alimentaria es imposible que se genere un verdadero desarrollo nacional, para eso hay que romper con la dependencia, distribuir las tierras a quienes la trabajan, impulsar la producción de alimentos de cercanía y sin agrotóxicos, que generen alimentos sanos y ayude a la buena salud del pueblo, la diversificación con un millón de chacras mixtas.