De Rivadavia a Milei, reseña de las deudas externas en Argentina
Un nuevo préstamo del Fondo Monetario Internacional (FMI) de 20000 millones de dólares llegó al Banco Central de la República Argentina. Resulta que los sectores exportadores e importadores festejan este nuevo endeudamiento que les garantiza dólares para fugar a fuerza de sobrefacturación en las importaciones de sus casas matrices en el extranjero, y financiar el famoso carry trade o bicicleta financiera, donde monopolios extranjeros compran pesos, dejan crecer sus intereses y vuelven a comprar dólares para fugarlos.
No es la primera vez que la Argentina toma deuda para estos fines, es una constante desde el origen de la nación que marca su carácter dependiente de los imperialismos extranjeros, y una traba para el desarrollo de una economía soberana e independiente con recursos e industria nacionales.
La primera deuda de la que se tiene registro, fue la contraída por Bernardino Rivadavia en 1822 por 1 millón de Libras Esterlinas (el dólar del momento) con la Compañía inglesa Baring Brothers, una deuda que toma la Provincia de Buenos Aires y más tarde se nacionalizará. El fin de ese dinero sería para construir un nuevo puerto en Buenos Aires, fundar tres ciudades con puertos sobre la costa Atlántica, construir algunos pueblos sobre la frontera con el indio y proveer de agua corriente a Buenos Aires.
Nada de esto se hizo, sino que, incluso, se dictaminó por una ley, que nada de ese dinero circularía por fuera del mercado exterior, y sirvió para que grandes comerciantes y terratenientes argentinos e ingleses acrecentaran sus capitales. La deuda se terminó de pagar diez veces más en 1905, con los recursos del Estado nacional provenientes del pueblo argentino.
Durante la guerra fratricida con el Paraguay, de 1864 a 1870, Mitre y Sarmiento amplían el monto de la deuda que terminará hacia fin de la guerra en más de 14 millones de Libras. Hacia finales del siglo XIX la deuda con la banca inglesa continuaba creciendo, esta vez para financiar el capital inglés que se instalaba en nuestro país, ferrocarriles y frigoríficos y sus exportaciones, un círculo que cerraba perfectamente para Gran Bretaña; el Estado argentino contraía una deuda, las empresas británicas sacaban los dólares, los enviaban a sus casas matrices y traían los capitales, luego la deuda la pagaba Argentina 10 veces el préstamo de origen.
Esta situación continuó durante gran parte del siglo XX, salvo en el período que va de 1938 a 1955, que en contexto de la Segunda Guerra Mundial el empréstito internacional se vio afectado tanto como las importaciones, por lo cual las dictaduras que gobernaron debieron desarrollar una industria de sustitución de importaciones y con ello un financiamiento nacional para la industria, lo que generó un superávit en las arcas del Estado. En el período peronista, la industrialización pasó a ser una política de Estado tanto como la de no contraer deudas, inclusive ante la presión del recién creado FMI.
Ajuste al pueblo
El incentivo a la industria, un mercado interno sostenible, alto porcentaje de ocupación, el control del Estado en el mercado exterior y la creación de una banca nacional permitieron un relativo desarrollo sin déficit, con créditos nacionales e internacionales sostenible en el tiempo, sin la necesidad del empréstito internacional.
Las deudas externas vuelven junto con las sucesivas dictaduras desde 1955 en adelante. Durante la última dictadura cívico-militar (1976-1983), la deuda trepó hasta los 45000 millones de dólares con el FMI, una parte para financiar el plan sistemático de represión y desaparición, y una vez más permitir la fuga de divisas al exterior.
Con la excusa de acumular divisas, Adolfo Diz (ex director del FMI) y Martínez de Hoz produjeron un descontrolado endeudamiento y en 1978 se declaró la inflación. El dólar barato, junto con la baja de aranceles, produjo un aumento de importaciones que afectó a la industria nacional y el crack bancario de los años ochenta fue resultado del mismo dólar barato, con el libre sistema financiero y una garantía estatal de los depósitos, que desataron especulaciones y diversos fraudes financieros.
Este endeudamiento se arrastró durante el período democrático siguiente, no pudiendo resolverlo, generando más inflación, emisión y tomando nuevas deudas con otros financistas como el Club de París, para resolver el déficit fiscal que genera el pago de la deuda.
Argentina vuelve a tomar deuda con el FMI por 45000 millones de dólares en 2015 de la mano de Mauricio Macri y Luís Caputto, que según reconoció el ex presidente fue para “rescatar” a los bancos extranjeros, es decir financiar nuevamente la fuga de divisas al exterior y enriquecer a los sectores exportadores e importadores. Deuda que se renegoció en el gobierno de Alberto Fernández a costa de devaluación e inflación. Hoy nos encontramos con un nuevo endeudamiento que “tape el agujero” creado por la bicicleta financiera extranjera y nacional, que vamos a pagar con ajuste e inflación.
En conclusión, a lo largo de la historia, las deudas externas, solo sirvieron para financiar el enriquecimiento del sector más poderoso de la economía nacional y extranjera, por medio de la fuga de dólares, la bicicleta financiera y la estatización de deudas privadas. Generando el renombrado déficit fiscal, que se busca sanear con inflación, aumento de precios, recortes a los servicios y salarios, es decir con ajuste al pueblo.
Nunca una deuda se usó en beneficio de la mayoría de la población, ni para incentivar la industria y la producción nacional, eso solo sucedió en los períodos donde la acumulación del estado se utilizó para el estímulo de una economía nacional e independiente de toda dominación extranjera. Por ello las deudas externas son una de las principales trabas para nuestro desarrollo nacional.