El juez federal Alejo Ramos Padilla concursó para una vacante en el Juzgado Federal de primera instancia nº1 de La Plata, juzgado clave por ser de competencia electoral en la provincia de Buenos Aires. Quedó primero en el concurso. El gobierno de Macri lo salteó y, trapisondas varias mediante, envió el pliego de quien quedó detrás en el concurso pero que le es afín políticamente.
En el Consejo de la Magistratura, el senador Miguel Ángel Pichetto ocupa un lugar por la “oposición”, por el PJ. El senador, que le prometió a Macri y a sus socios en su último viaje a EEUU, “la cabeza de Ramos Padilla”, renunció al bloque del PJ y oficializó su pase al oficialismo. Pero a su lugar en el Consejo no se lo entrega a quienes les corresponde. Exactamente lo mismo ocurre con la presidencia de la Comisión Bicameral de Fiscalización de Organismos y Actividades de Inteligencia.
En el juicio a López (el de los bolsos, ¿recuerdan?), todo fue amplificado, difundido y festejado, menos, justamente, el juicio en sí. ¿Por qué? Porque podría ventilarse allí (aunque al tribunal el tema nunca le interesó) de dónde venía los famosos millones de dólares de los famosos bolsos. Y esa información, qué sorpresa, podía perjudicar a unos cuantos empresarios aliados y funcionarios del gobierno nacional.
Quienes se llenaron la boca, golpeándose el pecho, hablando de instituciones, respeto, republicanismo, división de poderes, transparencia, y democracia; ¿no piensan decir nada al respecto? ¿Era todo chamuyo? ¿Ni siquiera para diferenciarse y decir “hasta acá llegamos”, “en ésta no bancamos”?
¿O será que no hay contradicción alguna y, en realidad, el paquete entero de las políticas de Macri necesita de estas trampas para funcionar?
La imagen es del Página 12: juega con la idea de Pichetto como el Frank Underwood argentino, en referencia al personaje de la serie yanqui House of Cards.
Publicado por Río Bravo el 15 de junio de 2019.