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Martes, 11 Abril 2017 07:56

Lo que pudo haber sido, existe

Escrito por Paola Robles Duarte

Tenemos que sacudir todo para que la mugre suba a la superficie, respirar sobre el hilo invisible, dejar de contar mujeres muertas y empezar a contar a los responsables de que, a diario, nos maten.

Existe un hilo imperceptible. Invisible ante la mirada rápida y despreocupada de quien no ve lo evidente. Pero entonces la mugre, el ruido que se expande como humo en el aire, evidencia ese hilo que cose la jodida realidad de todas nosotras: nos matan, todos los días, una por día en Argentina, sin distinción de edad, color de piel, religión, ideología, procedencia, nivel de instrucción, ni clase social; sólo basta la absolutísima condición de ser mujer. Y no conforme con matarnos, por razones en apariencia diversas pero que en realidad se deben a la convicción de que nuestro cuerpo y todo lo que hay en él (sueños, hijos, futuro, miedos, sexo, deseos, alegrías, tristezas, y así hasta el infinito) le pertenece a otro, a un hombre -siempre a un hombre- que elige la hora, el lugar y el día para venir a llevárselo todo como si tal cosa, ante la mirada horrorizada de quien a las horas o a las semanas -en algunos casos- nos encuentra en un descampado, en un basural, en una cloaca, muertas en una tumba antigua como la historia misma. Pero tal vez lo más espeluznante de todo es que luego de que nos encuentran, sabemos que en 24 horas -con un poco de suerte- nos volverán a encontrar en el cuerpo de otra mujer.

Por eso quisiera comenzar diciendo, que aquel que relativiza la violencia de género generalizando la violencia, lavándole la cara a la situación de dominación física, política y cultural que existe sobre las mujeres en nuestra sociedad -casi siempre cosechada en la crianza de otras mujeres que son víctimas de una violencia tan enquistada que se regocija en la usina cultural que cuidadosamente construye “naturalidad”-, el que se horroriza de la pared pintada con consignas “feminazis” en vez de sentir frío en la espalda y ganas de vomitar cuando encuentran a una piba muerta después de ser ultrajada porque, al igual que la pared, fue considerada propiedad de alguien, que abra los sentidos, que se sacuda el miedo a la incomodidad, porque nos están matando y es momento de indignarse por las cosas importantes.

Y para aquel que se horroriza del escrache, de la reacción de las personas en las redes sociales, de las puteadas en la calle, de la visión nublada por la bronca y el desamparo, le pido que sea lo suficientemente honesto ante el horror, que apele a su sensatez, y que comprenda que muertes como la de Micaela, engendran una violencia que para poder convertirse en agente de transformación, necesita primero desatar el vendaval, arrancar árboles, despegar suelos. La violencia que ejerce la desprotección del Estado, y su necesaria connivencia con la criminalidad que acompaña a la depravación sexual -por acción u omisión- es tan profunda y brutal, que con llorar no alcanza, tampoco con vociferar, y mucho menos ahora con una sentencia judicial. Es la consecuencia proporcionalmente directa al daño. Es la comprobación feróz del carácter público de la violencia de género. Es la respuesta, es lo que se supone el estado debe evitar y no gestar.

Sebastián Wagner agredió sexualmente a Micaela y la mató, luego la desapareció una semana, y volvió a matarla cuando lo encontraron y en su confesión confirmó el peor final, el que nadie quería escuchar. El feminicidio de Micaela ahora es humo en el aire y ahí está, tan claro y evidente, ese hilo de sangre que nos cose a todas la piel con el cuerpo de Micaela. Y aparece la verdad dolorosa de cómo otra piba más se murió de “naturalidad”, ni siquiera de incompetencia: se murió de machismo disfrazado de “legalidad” y “obviedad” judicial, de letra muerta.

Mi viejo siempre decía una frase que hasta el sábado pasado repetía a diario para referirme a temas cotidianos, a las decisiones que pude haber tomado en lo académico, a lo que dejé de hacer en el ámbito personal, a la nota que no escribí, a la añoranza de lo que no elegí: “Lo que pudo haber sido, no existe”. Esa frase, pensada en esos contextos, me tranquilizaba. Hasta el sábado pasado. Hasta Micaela. Porque no puedo dejar de pensarla en este nuevo -aunque paradójicamente antiguo- contexto: Lo que pudo haber sido… y no fue, nos puede matar. La mató a Micaela y nos va a seguir matando si no transformamos el paradigma actual; lo que pudo haber sido, existe.

¿La mató Wagner? Si. ¿La mató el juez Rossi que dio rienda suelta a su subjetividad y decidió fallar como si se tratara de un delito “convencional”, primero otorgando las salidas transitorias y luego la libertad condicional de Wagner? También. ¿La mató el fiscal que no apeló su fallo? Si. ¿La mató el Tribunal que resolvió una condena de nueve años en un juicio abreviado sin darle oportunidad a las primeras víctimas reconocidas de Wagner a ir más a fondo con el pedido de justicia y lograr así una pena, aunque insuficiente, más elevada? Si. Por lo tanto ¿La mató el sistema que habilita juicios abreviados para delitos aberrantes? Claramente. ¿La mató el fiscal que acordó con el defensor que apeló a la teoría del “gemelo violador” para despejar una tercera acusación por violación? Si. ¿La mató el Poder Ejecutivo cuando no reglamentó la ley provincial 10.015 que establece la creación de un “Registro de Defensa de la Integridad Sexual” sancionada hace ya seis años, la cual dispone la creación de un Banco o Registro de Datos Genéticos de autores de delitos contra la integridad sexual que debe contar con datos de identidad, físicos, pena recibida por el delito juzgado, antecedentes judiciales, fotografías y muestras de ADN, datos que podrían ser consultados por los ciudadanos? ¿La mataron los funcionarios sospechados, y no investigados, por comandar una red de trata de personas?¿La mató el Patronato de Liberados que, en el mejor de los casos, es un mal chiste administrativo? Claro. ¿La mataron las leyes testimoniales que no apuntan a la creación de nuevos contextos legales para la contemplación de este tipo de delitos, o para declarar la emergencia en violencia sexual y doméstica o para otorgar un mayor presupuesto para el abordaje de esta problemática? ¿La mató el Estado? Si, en cada uno de engranajes de un mecanismo casi tan perverso como los tipos como Wagner. Y nos va a seguir matando si no cambiamos todo para que cambie todo y no para que no cambie nada.

A Micaela, como a tantas otras pibas, la mató la “naturalidad” de un sistema Judicial vetusto y corrupto, del poder político que no mueve un dedo por generar verdaderas políticas públicas pero que le saca chispas a los pulgares para horrorizarse en Facebook y Twitter; la mató la “naturalidad” de la subjetividad machista de los operadores judiciales, de las dependencias policiales que no toman las denuncias de agresión, acoso y violencia sexual, de los periodistas lamentables que -en los hechos- revictimizan a la víctima culpándola por andar sola a las 5 am de un sábado en la calle. Toda esa “naturalidad” machista, mató a Micaela.

La mató el hecho inadmisible de que el Poder Judicial no tenga estadísticas propias respecto a este tipo de delitos y, por lo tanto, la mató el reinado en ese ámbito de la ausencia de conocimiento fehaciente en la reincidencia de criminales con las características de Wagner; nos referimos a jueces que buscan en la biblioteca o internet los índices de otros lugares para ilustrar sus sentencias, y establecen requisitos de “control” que son los mismos con los que una madre castiga a un adolescente. Jueces que no se capacitan en el abordaje de estos temas que integran su agenda cotidiana. Nos referimos a jueces que trazan una línea general a partir de la cual establecen si conceden o no beneficios a un condenado. No importa si se trata de un psicópata con un definido rasgo de perversión sexual, un sociopata que provoca un daño irreparable ante cada ataque, que entiende lo que hace pero al que no le importa el otro, salvo el placer que le produce el sometimiento y el sufrimiento de su víctima. Un tipo que aún cumpliendo su condena, dadas sus características, puede salir y reincidir, puede matar a Micaela. La discusión es primera al hecho de que si hablamos de garantismo o no (y vale la pena destacar que siempre hay quien se cuelga de estas cuestiones a plantear que endureciendo la pena en general, se puede abortar estas situaciones en particular). Estamos hablando de que ya no va más el chamuyo de “los violadores son la caja negra de la psiquiatría”; estamos diciendo que el Estado debe abordar, en toda su complejidad este tema, con políticas integrales y tratándolo como delitos que, como ocurrió con el accionar de los agentes del estado, vulneran los derechos humanos de las mujeres.

¿Nueve años por dos violaciones probadas? Está todo mal.

El primer beneficio que le otorgó la Justicia a Wagner fue tratarlo como a un condenado como cualquier otro. Ese beneficio fue el que marcó la diferencia entre la vida y muerte de Micaela yla revictimización de sus anteriores víctimas.

Y eso de que “los jueces hablan por sus sentencias” se aplica más que nunca al fallo de Rossi en relación a los beneficios otorgados a Wagner. ¿Podía Rossi no otorgar salidas transitorias o la libertad condicional al preso? Si, podía. ¿Que hubiera pasado? Wagner hubiese presentado un amparo ante otro juez, argumentando que se están agravando sus condiciones de detención y seguramente otro juez le hubiese dado lugar al amparo, y sería otro el apellido del juez que hoy se repudia en la verdulería, en los consultorios médicos, en el taxi, y sigue la lista. Rossi podría haber pateado la mesa ratona del sistema, gesto de apariencia pequeña en el anonimato, pero a la luz de los hechos, inmenso. Podría haberlo hecho, pero no lo hizo. Tal vez por eso que dijo una vez en una entrevista en 2014: “la reinserción social del condenado es para la legalidad, no para la moralidad”. Macanudo el sistema.

¿Por qué nuestra vida tiene que estar sujeta a la subjetividad de un hombre que no comprende la magnitud del daño, el dolor del arrebato, el sufrimiento de la carne desgarrada por la vejación? ¿Por qué tengo que tener miedo de las aberraciones a las que un día mi hijita puede estar expuesta por su condición de mujer y ante la complicidad en los hechos de quienes se suponen deben protegerla? ¿Por qué tengo que sentir miedo. además de toda esta bronca, tanto miedo?

Wagner, Rossi y todos estos eslabones de este macabro derrotero de brutal machismo, son la prueba material y concreta de que el sistema judicial y político están mal, son los patéticos y violentos emergentes de un Estado que es un montón de agua estancada y podrida. Mientras que los miles de miles que salimos a la calle detrás del rosto de Micaela somos la posibilidad, la esperanza de que los oportunistas machistas de siempre no vuelvan a ganarnos la partida, de que no jueguen al ajedrez en la Legislatura para que después sea otro el nombre del próximo cuerpo de nosotras muertas apareciendo en las noticias; tenemos una oportunidad porque, nos conmovió la injusticia, nos removieron el corazón en el pecho y ahora nos toca transformar el dolor en herramienta. Y tener algo por donde continuar.

Tenemos la oportunidad y también tenemos un vagón de oportunistas, lo que no es lo mismo. Porque nuestros legisladores, que al minuto del hallazgo del cuerpo -nuestro cuerpo- sin vida de Micaela, tenían en la mano una propuesta y los mejores deseos para que todo cambie; esos mismos legisladores que no se percataron que en el 2016, ocurrieron en la provincia de Entre Ríos 11 femenicidios, cuatro vinculados y tres mujeres entrerrianas asesinadas en otras provincias; cuatro femenicidios contando el de Micaela en lo que va del 2017, y si vamos un poco más lejos, 84 feminicidios y 17 vinculados desde el 2008. Cabe destacar que es una constante en los femenicidios que involucran a jóvenes menores de 25 años, tienen el componente de la agresión sexual y el sometimiento como el desencadenante. Pero tuvo que morir Micaela para que se dieran cuenta. ¿Alguno de estos oportunistas promovió, por ejemplo, mecanismos que posibiliten el cambio de rótulo en las causas que atentan contra la integridad sexual y de la vida de las mujeres?. ¿Alguno de ellos propuso reformas del andamiaje judicial con esta perspectiva, profundizando las características de este delito? Ninguno antes. Increíble. Lamentable. Repudiable.

Leí mucho en estos días esto de “es fácil saber con el diario del lunes”. Es verdad. El diario del lunes nos recuerda que murió Micaela. El diario del lunes es lo que nos llega los ciudadanos como espectadores de las decisiones de esta gente, que son los que saben del tema. Que son los que tendrían que estar impulsando investigaciones serias, generando sustento académico, defendiendo la integridad de las personas con una perspectiva de futuro. El sentido común pone en jaque a la doctrina, en muchos casos desactualizada para los desafíos contemporáneos, que está por detrás de las necesidades de una sociedad que pone muertas todos los días y que ya no puede admitir las enunciaciones vigentes. La legalidad con la que se juzga este tipo de delitos aberrantes, es una cáscara vacía, es una trampa. ¿Sólo lo es el fallo de Rossi otorgando beneficios a Wagner? ¿Es el único violador que salió a la calle en estas condiciones? ¿Cuántos más hay en Gualeguay, en Concepción del Uruguay, Gualeguaychú, en todos los rincones, en todas las plazas, en todas las calles, en todos los lugares donde nos ocurre la vida? ¿Es el único juez designado por el poder político que no pasó por el Consejo de la Magistratura? E incluso más ¿Es impoluto y probo el Consejo de la Magistratura? ¿Es Rossi el único juez que otorga beneficios a los violadores conforme lo indica el código penal? ¿No hay jueces que admitan fianzas o sentencien el cumplimiento de alguna probation por el cometido de un crimen aberrante? Rossi es hoy el emergente de este océano de mierda, un navegante en un océano que arrastra los cuerpos de mujeres muertas hasta un lugar donde la sociedad pueda contemplarlos y horrorizarse.

Ok, ya nos horrorizamos, ahora tenemos que hacer más que eso. Que Rossi tenga que rendir cuentas en el marco de un jury de enjuiciamiento me parece bien, pero bajo ninguna circunstancia suficiente. Y mucho menos si el pedido de juicio político sirve para lavar las culpas y las responsabilidades políticas de quienes no se aproximaron ni por casualidad a lo que debían hacer, las culpas de quienes detentan el verdadero poder del Estado.

Tenemos que sacudir todo para que la mugre suba a la superficie, respirar sobre el hilo invisible, dejar de contar mujeres muertas y empezar a contar a los responsables de que, a diario, nos maten.

Publicado por Reporte 2820 y reproducido por Río Bravo el 11 de abril de 2017.

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