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Domingo, 28 Noviembre 2010 09:42

Una Primavera sin flores

Escrito por Clara Rivero Sosa

Por Clara Riveros Sosa - En estos días nos resulta imposible desarrollar otros temas sin expresarnos antes  sobre los sucesos acaecidos en el paraje formoseño de La Primavera, lamentables y luctuosos.

En todo el mundo, allí donde existen tierras más o menos apetecibles o que contengan - o se sospeche que contengan- recursos por encima o por debajo de su superficie, la codicia se cierne sobre ellas.  Que se hallen habitadas  desde hace mucho tiempo o que sean territorio de pertenencia de pueblos aborígenes no presenta obstáculos para una rapacidad impaciente. Es más, el aislamiento rural y la habitual vulnerabilidad en que se encuentran  los moradores tradicionales u originarios, se convierten en alicientes para la codicia que no repara en medios para practicar la expulsión de gente y  comunidades que les estorben. Ocurre en Indonesia, en Mesoamérica, en la Amazonia, en la región andina, en la Patagonia, en África, en la India, en Malasia y en cientos de lugares más y, como podemos comprobar, en nuestro propia y más estrecha cercanía. La violencia se ejerce desde empresas, particulares, gobiernos y fuerzas públicas, juntos o separados, pero siempre con decididos apoyos mutuos o, cuando menos, intercambiando guiños cómplices.

 

Nos hubiera gustado imaginar que  situaciones semejantes formaban  parte del pasado -y no justamente de un pasado que nos honre- pero que constituyeran una etapa completamente  superada. Decimos “imaginar” porque era ésa más que nada una manifestación de deseo, un anhelo, mucho más que una aseveración basada en datos de la realidad, habida cuenta de que consta que  presiones y atropellos en esta cuestión,  solapados o muy patentes,  no se han interrumpido nunca. Lo que marca la diferencia en la actualidad es una  creciente y mejor conciencia general sobre estos puntos, la recuperada voz de los pueblos originarios y campesinos que se han organizado, el acompañamiento brindado por entidades civiles y el irreemplazable valor que han cobrado las formas de comunicación informales hoy vigentes, como la telefonía celular, muchas veces equipada con cámaras que fotografían y filman, los contactos y la rápida difusión a través de Internet y de una gran cantidad de  medios alternativos y – por esta vez- beneficiosamente globalizados. La  propagación de la información moviliza enseguida a las personas y organizaciones que de inmediato hacen llegar su adhesión a las víctimas y el repudio a los violentos, así como preparan actividades concretas.

 

Las noticias de La Primavera tomaron estado público de alcance nacional, concitaron una atención que es de desear que no se diluya, y se espera que el rechazo que produjo la represión se traduzca prontamente en una investigación eficaz, urgente y ecuánime con  juicio y castigo a absolutamente todos los responsables de esta iniquidad, sin importar su relevancia social o cargos que ejerzan, y que además, se tomen las medidas pertinentes que sirvan para poner un freno definitivo a los atropellos que, aparte de configurar crímenes, pasan por alto a la ley nacional 26.160 de emergencia territorial.

 

Sólo unos poquísimos días separan los hechos de Formosa de los de Pampa del Indio, en nuestra provincia, y que, dado el clima de extrema tensión creado, de pura casualidad no desembocaron estos últimos en una nómina de muertos y heridos.  Aquí nos congratulamos mucho cuando, tras ardua gestión, se obtuvo muy recientemente la  aprobación legislativa unánime de una ley que, no sólo pondría  punto final a un despojo puntual a familias de Pampa del Indio, sino que podría sentar un precedente valiosísimo ante casos similares que se reiteran en todo el ámbito provincial.   Estamos usando el modo condicional (“pondría punto final”, “podría sentar”) porque tenemos plena conciencia de que,  pese a su aprobación por la Cámara en pleno, dicha ley, ya al filo del receso de la Legislatura,  no ha sido aun promulgada y se aguarda que no reciba el veto del Poder Ejecutivo. Sin promulgarse o con el veto del gobernador, se convertiría en letra muerta aquello que comenzó como un acto de estricta justicia y que proporcionó a muchos grandes alegrías y renovadas esperanzas. Debemos lograr que no se apaguen.

 

Pensábamos decir que pasábamos a otro tema, pero no fue así.  Anteayer asistimos a la presentación de un nuevo número de la revista de trabajos de investigación que periódicamente publica la Junta de Estudios Históricos del Chaco. Nos dio mucho para pensar que, entre otros temas de sumo interés que allí se evaluaron y comentaron, se hiciera referencia a la preocupación de un gobernador del Chaco, allá en 1877, que durante su breve mandato se manifestó constantemente preocupado por tres temas centrales: la conflictiva relación con los aborígenes, la ilegal apropiación de tierras por parte de particulares que se verificaba en el entonces Territorio y la depredación irrestricta que se consumaba de los recursos naturales. Y estos mismos problemas se reiteraron con escasas variantes  en otros escritos sobre diferentes épocas y protagonistas y se les  añade, poco más adelante,  la problemática planteada por el monocultivo.  Recordemos, ¡estábamos oyendo hablar del siglo XIX y de los principios del XX! Es perturbador y mortificante que no hayamos aprendido nada del pasado sino sólo a repetir una y otra vez sus actos más funestos. Sería hora de mostrar que estamos empezando a entender algo,  pero algo infinitamente más auténtico que no se restrinja a tardíos homenajes y arrepentimientos por las masacres de Napalpí, en el Chaco, o de Rincón Bomba, en Formosa, las que ya no podemos revertir; algo para que haya un verdadero y perdurable “nunca más” seguido de equidad y de respeto, hacia la humanidad y hacia las leyes.

 

*Para el Diario de La Región, de Resistencia, Chaco. Reproducido con permiso de la autora.

 

 

Modificado por última vez en Domingo, 28 Noviembre 2010 09:46

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