Paraná, noviembre de 2010
Al Compañero Miguel,
Miguel, hermano, pastor y poeta. Supe que cumplías cien. Miguel de un siglo; hortelano de la buena tierra. Me dijeron que cumplías cien y no lo creo. ¿Cien vos, Miguel? Vos, el más joven de todos; vos, aun a los cien, joven. Aun a los cien, con el fuego, el afrecho y la rebeldía intactos, el más acorazonado de los hombres.
Barro Miguel, campesino, poeta, esposo y soldado. Me dijeron que cumplías cien y no creí. Cien años entre dos ayes; cien de barro, cien de lunas. Cien años y aun tengo la vida, dirás. Aún tenés la vida, Miguel.
Poeta en el campo, en la montaña, en la cárcel, en la panadería y en la trinchera. Miguel, el más joven de todos; poeta con la tinta y con el puño. Poeta Miguel, en la palabra y en la vida. Miguel Hernández, esposo soldado, soltaste un día las fieras exasperadas de tu corazón y te erguiste con dos piedras.
Hombre oriolano del hambre y de la risa, pastor de cabras, Miguel centenario. Si ya han pasado cien es que ha pasado mucho. Y no cesa el rayo. Ruiseñor de las desdichas, Miguel de Orihuela, internacionalista, republicano, comunista ancho como la más pared de las paredes. Vivo y muerto cara a cara, este Hernández de la misma y única leche del pueblo, fuiste en estos cien un huracán sin yugos. Más joven que ninguno, Miguel, tu nombre es verdugo de las cadenas.
Me avisaron, pero no creo, que llegaste al siglo. Que allá se queden el hambre con su hambre; la cárcel con su cárcel, el miedo con su miedo y el fascista con su muerte.
A nosotros nos llaman, hombres del pueblo. Ustedes vengan, compañeros. Arrímense, camaradas. Adelante, Pablo de la Torriente, Manuel Moral, Líster. Rosario con tus dinamitas; Ramón Sijé con la harina leudada; Altolaguirre con lo que tenga a mano y Federico con nada más que su herida. Vengan los niños, los albañiles y los pescadores. Nos avisan que cumplimos cien años de Miguel Hernández.
Cien años y tres heridas, me sobra el corazón.
Por Lucio Saccardi
De puño y letra.