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Viernes, 22 Octubre 2010 14:05

La muerte y la doncella

Escrito por Jesuana Aizcorbe
Por Jesuana Aizcorbe - La muerte siempre golpea duro, porque denuncia su propia existencia, porque es la prueba de que hay cosas definitivas, cosas que no pueden cambiarse. A los que luchamos por transformar el mundo para que valga la pena habitarlo, no nos gusta demasiado. Pero bueno, la muerte está ahí, como tantas otras cuestiones.

 

 

 

¿en furor va a dar la tristeza de los pobres del mundo?

 […]

queremos la justicia en la vida

aunque sea corta y larga la muerte

Juan Gelman

 

Nos matan de tantas maneras: de hambre, de soledad, de angustia, de enfermedades evitables, de bala… tienen tantas formas de matarnos, que a veces creo que ya deberíamos estar acostumbrados, tenerlo más naturalizado: y sí, lo mataron, se murió ¿que esperabas?

 

Pero a pesar de que la muerte es lo más natural de la vida (si hay vida, hay muerte), siempre nos cachetea, nos sacude. Por eso me sorprendió ver el otro día, gente que gritaba enojada porque cortábamos la calle en repudio al asesinato de un estudiante, como si una vida no valiera quince minutos de retraso… ¿Cómo no se detiene el mundo cada vez que pasan estas cosas? ¿Cómo es que la CGT, por ejemplo, ni se molestó en hacer paro? No me sorprendió, en cambio, los discursos de la presidente, que como siempre nos reta como si tuviéramos la culpa, que nos da consejos sobre la no conveniencia de la represión. Por supuesto que no les conviene reprimir; por ahora les alcanza con mandar patotas y judicializar la lucha. ¿Cómo es posible que tenga la caradurez de decir que acepta las protestas y abra causas contra los asambleístas de Gualeguaychú? ¿Hasta cuándo se van a seguir riendo de nosotros?

 

La muerte de Mariano Ferreyra le grita en la cara al gobierno nacional que como siempre mira para otro lado, a la patota “sindical” de Pedraza (que avergonzaría a cualquier trabajador, si no estuviéramos acostumbrados a tantas cosas), a la cana que liberó la zona, de los periodistas y operadores que quieren aprovechar la ocasión para pegarle al oponente circunstancial… Le explota en las manos a los que tratan de no ver, a los que todavía no entienden que solos, de a uno, no vamos a salvarnos ni a cambiar nada.

 

Quizá deberíamos transformar todo el dolor y la bronca en un puño cerrado, en el compromiso de seguir luchando para transformar, de una vez, este mundo de mierda.

 

* El título del artículo fue tomado prestado de la obra de teatro de Ariel Dorfman
Modificado por última vez en Viernes, 22 Octubre 2010 14:11

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