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Sábado, 05 Noviembre 2011 08:54

El perfume de la tempestad

Escrito por Claudio Puntel

Nuestra economía no está blindada ante la crisis, después de las elecciones se levantaron las barreras de contención. El camino de reagrupar para enfrentar.

Una vez pasadas las elecciones comenzaron a llegar los primeros aires que presagian la tormenta. Soplan desde varios cuadrantes; algunas brisas agitan las veletas de la industria automotriz; vientos huracanados son los que volaron las reservas en dólares del Banco Central y en la relación inflación/salarios, hace tiempo que los anemómetros vienen girando enloquecidos. En el aire hay aroma a tormenta.

 

El parate en la industria, peligra el trabajo

 

Los anuncios de cierres de turnos en las automotrices, que el kirchnerismo logró desactivar antes de las elecciones del 23 de octubre con la apertura de algunas licencias de ventas, revivieron la semana pasada. El lunes, la Volkswagen admitió que se encuentra definiendo un adelantamiento de vacaciones de 750 obreros de su planta en Córdoba. Cada lunes de noviembre, Renault producirá con un turno menos; Peugeot hará lo propio durante dos días al mes; Fiat, que había levantado su última suspensión de una semana no encuentra un mejor panorama y es posible que retome las suspensiones.

 

El automotriz es un sector con alta dependencia del comercio con Brasil y luego de casi dos años en alza, tuvo su primer parate en septiembre. A principios de octubre habían 55 mil autos de fábricas argentinas esperando ingresar al mercado brasilero, las 20 mil licencias ofrecidas por el gobierno de Cristina Fernández apenas mitigaron la caída; todavía hay 35 mil vehículos fabricados y frenados. Hay anuncios de cierres en otros rubros como frigoríficos, textiles y usinas lácteas. Muchas autopartistas y acerías comenzaron a echar gente. Las suspensiones, despidos  y vacaciones adelantadas echan todo el peso de la crisis sobre los trabajadores.

 

El que apuesta al dólar

 

"Comprar dólares es un mal negocio", dijo la semana pasada el vicepresidente del Banco Central, Miguel Pesce. Como la frase de Sigaut en 1981, la declaración del funcionario incentivó mucho más a los compradores de dólares. Para evitar una disparada de la cotización, el banco Central debió vender 750 millones de dólares en la semana, con lo que alcanzó a 1760 millones durante todo el mes.


Algunos analistas calculan que las reservas del Banco Central no llegan a 15 mil millones de dólares y no 47 mil millones, como se anunció. El hecho es que desde 2003 se fueron del país 75 mil millones dólares, con una fuga diaria de unos 500 millones. El déficit es muy alto, si se tiene en cuenta que hay alrededor de 120 mil millones de dólares de los argentinos que andan dando vueltas por los bancos del exterior, una cifra equivalente al Producto Bruto de todo un año.


Para aumentar la cantidad de dólares en la economía, el gobierno tomó la resolución de obligar a las petroleras y mineras a que liquiden sus divisas en el país. Una medida que es justa, pero resulta insuficiente porque de todos modos las mineras pueden comprar dólares y sacarlos.

 

La inflación que carcome los bolsillos

 

Los salarios están en el freezer desde marzo y el ajuste inflacionario se vigoriza. En todas las provincias, en todos los sectores brota el reclamo de recomposición salarial urgente. En su mayoría, son peleas a solas, ocultadas por la prensa y aisladas por la CGT, el yaskysmo y los sindicatos nacionales. Pero son luchas muy profundas y extendidas.


La quita de subsidios a las empresas - una medida que debería ser festejada - hace temblar a medio mundo ¿O alguien piensa que el kirchenrismo será capaz de intentar impedir los aumentos de tarifas?

 

El anarcocapitalismo

 

El llamado de la presidente en la cumbre del G20 a “volver al capitalismo en serio" y salir del “anarcocapitalismo financiero", oculta que la crisis económica que vivimos no es específicamente bursátil, sino económica: es el sistema capitalista el que está en crisis. Esconde también que esta crisis es producto de una política estatal y no se debe a la falta de regulación. Para demostrarlo, basta recordar el ejemplo del estallido en Estados Unidos en 2008.

 

Para escapar a la recesión económica de finales de los 90’, la Reserva Federal yanky, dirigida por Greenspan inició la baja de las tasas de interés, pretendiendo desalentar la especulación y alimentar su circuito productivo. Al mismo tiempo, se lanzaron a invadir países y conquistar áreas petroleras en Medio Oriente; así revitalizaron su industria militar. Con estas dos medidas, los Estados Unidos lograron cortar la tormenta económica y aplazarla hasta casi finales de la primera década del SXXI.

 

Mediante la baja de las tasas, dispusieron de créditos hipotecarios que dieron impulso a la industria de la construcción. Los bancos que ofrecían los créditos vendieron las hipotecas a nuevos intermediarios: los “bancos de inversión”. Cuando estos bancos volcaron las hipotecas al mercado en forma de bonos, ataron el rendimiento de sus intereses a la capacidad de pago de los nuevos propietarios de viviendas; dicho más simple, los intereses de los bonos pasaron a depender del nivel de empleo y del salario.


Todos sabemos lo que pasó después; la principal economía del mundo no pudo mantener ni el nivel de empleos ni el valor del salario y todo colapsó, los bancos no pudieron con el vendaval (algunos fueron salvados por el estado y otros quebraron). Hoy, gracias a la emisión de bonos, Estados Unidos se convirtió en uno de los principales deudores de China y Japón.

 

¿Entonces, qué hacemos?

 

“Yo leo y escucho todo sobre la crisis, pero no creo nada", decía una trabajadora en una asamblea esta semana. Y concluyó: “entonces ¿Qué vamos a hacer?”, cuando le interpelaron preguntándole si acaso no vive la crisis. Su respuesta fue la pregunta del millón.

 

Hugo Moyano tendría que volver a nacer para que alguien puede creerle cuando esgrime alguna reivindicación obrera, está claro. Pero los reclamos de la CGT por la participación de los trabajadores en las ganancias y los anuncios de futuros combates por la elevación del mínimo imponible de Ganancias y blanqueo de los trabajadores tercerizados permitió ver hasta dónde está dispuesto el gobierno a ampliar sus alianzas con tal de mantener subordinada a la clase obrera. Bastó un poco de alharaca del camionero para que se reforzara el frente entre De Mendiguren y Funes de Rioja con el Kirchnerismo, al que se unieron los legisladores macristas. A una sola voz comenzaron a desgranar sus principios: “no es el momento”, “no puede legislarse algo que debe salir de la negociación paritaria”, “la negociación debe ser por empresa” y todo el credo empresarial que les garantiza el milagro de la plusvalía.

 

La historia más cercana del kirchnerismo hace pensar que intentarán hacernos la crisis con ajuste y represión. Pretenderán esgrimir el 54% de los votos como reaseguro de impunidad para cualquier cosa; ellos y nosotros sabemos que no les firmaron un cheque en blanco, porque muchos votos al kirchnerismo salieron de argentinos que están y seguirán estando en la lucha.

 

No vale el catastrofismo, no se puede predecir cómo y a qué ritmo nos seguirá afectando la crisis del capitalismo. Lo cierto es que ya nos está afectando y que no estamos blindados. El carácter dependiente de la política y la economía del gobierno kirchnerista nos hace pensar que los aires de la tormenta seguirán soplando por estos lados.

 

La crisis no debe paralizarnos; que nos movilice la pregunta de aquella compañera que decía no creer en lo que ve y vive: “entonces ¿Qué vamos a hacer?”. Hay mucho por hacer; en principio, confluir y reagrupar todas las fuerzas y sectores que estén dispuestos a la lucha unidos. Las fuerzas populares tenemos proyectos contra la crisis y tenemos experiencia en capear tempestades.

 

Publicado por Río Bravo el 05 de noviembre de 2011.

Modificado por última vez en Sábado, 05 Noviembre 2011 09:11

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