A los camaradas que sobrevivan a la batalla final y a los que vengan detrás de nosotros, les estrecho fuertemente la mano. En mi nombre y en el de Gustina. Cumplimos con nuestro deber. Lo repito una vez más: hemos vivido para la alegría, por la alegría hemos ido al combate y por ella morimos. Que la tristeza jamás vaya unida a nuestro nombre.
Julio Fucik
Hoy se cumplen 34 años de la desaparición de Manuel Guerra: Quebracho. Lo secuestraron en la tarde del 1º de noviembre de 1977 en Avenida Pueyrredón, a metros de la avenida las Heras, en Capital Federal. El “Negro” tenía 26 años cuando nos lo arrancaron. Gracias a la declaración de un testigo del secuestro, Federico Guillermo Westerkamp, quién en ese momento tomó nota del auto que lo llevó, su familia supo que lo subieron a la fuerza a un Taunus color ladrillo, chapa C 740.920, y que gritó su nombre mientras lo secuestraban.
Manuel estaba casado y tenía un hijito de meses, Facundo, a quien estuvo cuidando hasta el momento de emprender el camino a una reunión aquella tarde. Es tanto lo que podría escribir de Manuel, es tanto pero a la vez tan poco, porque no llegué a conocerlo y mucho menos a compartir un mate con él. Pero desde hace años es de mi familia, como lo son Teresita y Facundo, como lo son los compañeros que todos estos años anduvieron en las calles buscándolo. Entonces, mientras escribo compulsivamente, pienso que lo que se de Manuel es tan poco, y a la vez tanto. Me siento afortunada por haber crecido en su ejemplo, escuchando las anécdotas de un pibe como cualquier otro, con un corazón grande como este universo, que luchó contra las injusticias y los profundos dolores de nuestro país, que eligió un camino que recorrió hasta el final, sin vacilaciones. Ese último acto, su silencio frente a la tortura, lo define con absoluta claridad.
Sin conocerlo lo extraño, es así de raro pero de ineludible; y cuando puedo mirar los ojos de Tere, sentirme orgullosa de Facu, nombrar a mi hijo que lleva su nombre o ver a mi hija levantar en una marcha el cartel de quien llama en su media lengua “Evacho”, un cartel que al pie vocifera “juicio y castigo a los culpables” siento que los milicos no pudieron; y también creo que nadie puede apoderarse de esto, que ningún gobierno puede domesticar este vendaval que nace desde un lugar mucho más profundo que las palabras; un vendaval que sumó vientito con vientito en estos 35 años. Y siento también que nos falta tanto pero tanto, que es inexorable seguir luchando, como lo es la primavera de Neruda. O en este caso la primavera de Manuel: el día que hagamos justicia.
Hace un tiempo fuimos con Tere, y otros compañeros a la fiscalía en Capital Federal, organismo encargado de llevar a juicio este tipo de casos. Fue tan clara la respuesta frente a la solicitud de Tere, debido a su urgencia por juzgar a los torturadores y asesinos de su marido. Dijeron, con respeto y demostrando buena voluntad, que el tribunal requiere pruebas concretas. Pruebas acerca de su cautiverio, de alguien que lo haya visto y pueda acreditarlo, pruebas del calvario. Ese es su trabajo; recabar innumerables pruebas para presentar caso por caso en juicios que llevan años. Los genocidas son juzgados como si se tratara de delitos comunes. Más allá de que los casos que se juzgan hayan sido reconocidos como de lesa humanidad; en los hechos son juzgados como si la masacre llevada adelante por el terrorismo de estado fuera la aventura de una bandita de delincuentes, y no un genocidio planificado y llevado adelante con recursos y hombres del estado argentino. Mientras los casos no se unifiquen y se encuadren en la figura legal de “Genocidio” estos asesinos pueden llegar a ser absueltos (con argumentos irrisorios) como vimos en el reciente fallo de la causa ESMA con las absoluciones de Juan Carlos Rolón y Pablo García Velazco. Se avanza en las condenas, pero bajo ningún punto de vista en todas las que debieran.
A propósito de la causa ESMA La Comisión Interpoderes exortó a los magistrados a agilizar los procesos e “incluir la mayor cantidad de casos a efectos de evitar su atomización, el desgaste de las partes, de los testigos y el inútil dispendio jurisdiccional” de los órganos que administran justicia. El criterio planteado por los fiscales, jueces y funcionarios que integran la comisión creada por la Corte Suprema de Justicia, es un reclamo histórico de los organismos de derechos humanos; de concretarse, éste sería un importante paso en la lucha de unificar los casos y encuadrarlos en la figura de Genocidio, lo que evitaría que vuelvan a ser revictimizadas las víctimas: a los sobrevivientes que tienen que probar, a través de una dolorosa reconstrucción en sus relatos, la tortura y vejación en manos de los dictadores, lo cual ha sido sobradamente probado en todos estos años. No puede el desaparecido señalar a sus torturadores y asesinos. Tampoco puede su familia en muchos casos especificar el centro clandestino donde estuvo secuestrado el familiar por el que reclaman justicia. Por otro lado el pueblo argentino necesita la apertura inmediata de los archivos para recuperar a esos cientos de nietos que aún se encuentran desaparecidos, ajenos a su verdadera identidad, necesitamos que abran los archivos para desmantelar de una vez por todas el aparato represivo que todavía convive en las instituciones de la democracia.
No alcanzan los festivales. Dadas las circunstancias, estas cuestiones demuestran el límite concreto de la política de los Kirchner en materia de derechos humanos; quienes tuvieron el gran acierto de interpretar la voluntad y la lucha de muchos años por juicio y castigo a los culpables del genocidio llevado a cabo por la última dictadura militar, pero que no tienen derecho a estirar estos aciertos como chicle, o utilizarlos para construir nuevos mitos. La dictadura nos “pasó” a todos los argentinos, incluso a los que no la vivimos, y este 1º de noviembre de 2011 nos sigue “pasando” si no podemos juzgar a los hijos de puta que secuestraron, torturaron y asesinaron a Quebracho.
Testimonios
Por último van estas palabras para quienes quieran aproximarse a Manuel Guerra; son las que sirvieron como introducción a un conjunto de testimonios que publicó la Juventud Comunista Revolucionaria (organización en la cual militaba el Negro) con motivo de cumplirse un nuevo aniversario de la desaparición de Manuel en 2006:
“... Sólo pido una cosa: los que sobrevivan a esta época no olviden. No olviden ni a los buenos ni a los malos. Reúnan con paciencia testimonios sobre los que han caído por sí y por ustedes. Un día, el hoy pertenecerá al pasado, y se hablará de una gran época y de los héroes anónimos que han hecho historia. Quisiera que todo el mundo supiese que no ha habido héroes anónimos. Eran personas con su nombre, su rostro, sus anhelos y sus esperanzas; y el dolor del último de los últimos no ha sido menor que el del primero, cuyo nombre perdura. Yo quisiera que todos ellos estuvieran cerca de ustedes, como miembros de su familia, como ustedes mismos...”
Julio Fucik
Manuel Guerra, Quebracho, nació el 12 de abril de 1951 en Ancaján, una villa obrera situada a 30 kilómetros de Frías, al sur de la provincia de Santiago del Estero. Fue el menor de cuatro hermanos, con los que se trasladó a Frías, junto a su madre, para comenzar los estudios primarios. Su madre, Jesús, era originaria y su oficio era la costura; albergaba su sangre la rebelión de los verdaderos dueños de estas tierras. Su padre, Juan Guerra, era minero en la cantera de Ancaján que pertenecía a Loma Negra, propiedad de los Fortabat. Manuel creció con alegría en el seno de una familia trabajadora, amasando el odio por las injusticias y la opresión: “No le gustaban las diferencias” cuentan sus amigos de la infancia. Le gustaban el fútbol y las guitarreadas; compartía con sus compañeros el sueño de aprender un oficio en la escuela ENET de Frías, a la que asistió hasta tercer año.
En 1968 parte a Córdoba para terminar la especialización de técnico mecánico; allí se encuentra con la rebeldía de miles de estudiantes secundarios que tomaban las calles por sus reivindicaciones y que se unieron activamente en el glorioso Cordobazo que estalló el polvorín que existía bajo los pies de la dictadura de Onganía. Integró la columna que encabezaron los obreros del SMATA y combatió en esa histórica gesta en la que por días los trabajadores fueron dueños de la ciudad y de la que nuestro pueblo sacó grandes enseñanzas. Creció en el “Negro”, cómo le decían, la necesidad de formar parte de esa clase que encabezaba la lucha contra este estado oligárquico imperialista, de la clase que conduciría el proceso revolucionario en nuestro país. Así fue que ingresó a un taller mecánico y se afilió al SMATA.
Él era hijo de ese Cordobazo, ya nada sería igual en Manuel; era miembro activo de esa heroica generación, sacudida por Vietnam, Cuba, China, el Mayo Francés, que admiraba al Che. .. era uno de esos jóvenes que amasaban un profundo odio de clase en el pan de la revolución. Ya en el Partido Comunista Revolucionario de Córdoba, dirigido por Cesar Gody Álvarez y René Salamanca, se abocó al trabajo en la comisión juvenil del gremio, en la pelea por que los jóvenes mecánicos se organicen por sus necesidades específicas.
Y esa revolución, como lo demuestran las grandes experiencias de los pueblos del mundo, necesitaba de un partido de clase que la condujera; y este partido necesitaba, en nuestro país, su organización específica que encausara a los jóvenes al triunfo de esa revolución de liberación nacional y social por la peleamos.
Así fue que Manuel, con una muda de ropa y sus 23 años, se radicó en Buenos Aires para ser el primer secretario de organización de la Juventud comunista Revolucionaria que comenzaba a nacer. Otto Vargas secretario del PCR preguntó en aquel momento, frente a la necesidad de encontrar un compañero que se encargara de esta tarea: ¿Quién es el mejor joven obrero de nuestro Partido? Quebracho fue la respuesta. Quebracho era el primero para ir a volantear a la fábrica, era sencillo, escuchaba a los compañeros, era un incansable organizador, como lo recuerdan sus compañeros.
El primer congreso de la JCR discute la posición antigolpista que define el PCR en 1974: Contra el golpe de estado imperialista pro yanqui o pro ruso. En momentos de gran confusión en el campo popular, nuestro Partido hizo de cada escuela, de cada fábrica, de cada asamblea, una trinchera para enfrentar el golpe que se venía. Quebracho fue un activo luchador por llevar a las masas juveniles de la Argentina esta posición e integrarla con las necesidades específicas de esas masas. Muchos son los compañeros que cayeron en aquel momento por encabezar la lucha antigolpista.
Una vez que el golpe fascista pasó, dispuesto a terminar a sangre y fuego el profundo auge de luchas que recorría nuestro país, Manuel trabajó activamente para derrotar la dictadura. Lo secuestran el 1º de noviembre de 1977, mientras trabajaba para desatar la huelga de ferroviarios que paralizó varios lugares del país durante los días 2 y 3 de noviembre de ese año. Ésta junto a otras importantes luchas que la historia oficial oculta, fueron creando las condiciones para que la dictadura se terminara mucho antes de lo que las clases dominantes pretendían. Pero Manuel no sólo derrotó a la dictadura combatiendo y fundiéndose en cada lucha, sino que también lo hizo con su silencio, con su heroico comportamiento frente al enemigo; librando una feroz batalla como clasista y revolucionario. Cuando se lo llevaron tenía 26 años y la fortaleza del quebracho de su Santiago natal. El Negro, empuñando el silencio, no sólo salvó la vida de su familia y compañeros, también salvo la nuestra y la de Partido Comunista Revolucionario.
No habló con el enemigo y cumplió aquello en lo que contribuyó a preparar al conjunto de la Juventud: a estar en condiciones para enfrentar al enemigo con un comportamiento revolucionario.
Manuel Guerra era un hombre de carne y hueso, uno de los tantos héroes que han tenido la clase obrera y el pueblo; es nuestro gran ejemplo.
Aunque las clases dominantes se empeñen en convencernos de que la juventud no tiene modelos que mirar, éste es uno de nuestros modelos: Quebracho, un pibe de este pueblo que no dudó en entregar la vida por un país sin hambre, sin desocupación, donde la tierra sea de quien la trabaja, con vivienda, educación y salud para todos. Sus banderas son nuestras banderas y debe ser nuestro también el compromiso de desentrañar la verdadera historia que nos arrojó este presente en el que estamos construyendo nuestro futuro.
Hoy, pelear por la aparición con vida de Julio López es una cuestión principal; cuestión que forma parte de la ejemplar lucha del pueblo argentino durante 30 años contra la impunidad. La política de Kirchner de mantener el aparato represivo de la dictadura, permite que la derecha fascista y procesista continué trabajando desde la impunidad. El gobierno debe responsabilizarse por estos hechos. La lucha por la aparición con vida de López debe formar parte de cada una de las luchas reivindicativas a lo largo y ancho del país, porque es parte de todo por lo que peleamos.
A continuación, las intervenciones de quienes conocieron a Quebracho, intervenciones realizadas en los homenajes que venimos haciendo en distintos lugares del país, nos arriman vivamente su ejemplo para seguir escribiendo la historia.
Quebracho: queremos rendirte nuestro mejor homenaje levantando las banderas de la revolución por la peleaste.
Manuel Guerra: Presente!!!
1ro de noviembre de 2006
Publicado por Río Bravo el 01 de noviembre de 2011