En los grandes multimedios oficiales y opositores suenan solamente tres nombres. Uno da más miedo que el otro. En esta nota hacemos una breve reseña de la estrategia ya gastada de llamar a votar al menos malo y la “borocotización”.
Los kirchneristas que todavía pretenden arroparse con el mote de “progresistas” (a algunos les da exactamente lo mismo), no tienen muchos argumentos para llamar a votar a Daniel Scioli. Una cuestión de obediencia debida: “Cristina lo eligió” es motivo de burlas en ámbitos donde todavía se discuten ideas ancladas en la realidad y no porotos o fanatismos religiosos. A su vez, borrar las cosas que dijeron de Scioli cuando pensaban que Cristina le iba hacer un guiño a Randazzo o Urribarri (elegido por Yasky y toda la CTA Balcarce para alegría de los celestes entrerrianos de Agmer), se hace humanamente imposible en tiempos en los que los archivos se construyen en segundos y la información (por suerte y para desgracia de los constructores de relatos) no es fácil de controlar. Entonces queda una sola opción: “Scioli es mejor que Macri, porque Mauricio representa al menemismo, al neoliberalismo, a la corrupción”, y a toda esa catarata de adjetivos que lanzan sin la mínima honestidad intelectual que implica buscar en Wikipedia la biografía de Daniel. Son casi calcados los tres en el don de acumular calificativos anti populares y vende patrias. Massa le pone un nombre nuevo a su fuerza, pero viene de la Ucedé, se rodeó de barones del Conurbano y recorrió el interior del país buscando lo que sea opositor al kirchnerismo, preferentemente, peronista. Así las cosas tanto Sergio como Mauricio coquetean con ese voto que dice: “es verdad que son ladrones, pero ¿vos preferís que sigan gobernando los kakas?" Ese personaje que escupe el teclado tan bien representado por Capusotto. Pareciera que aquellos sectores populares que queremos otro país estamos encerrados.
Un cacho de historia
Los que peinamos algunas canas podemos ayudar a los más jóvenes a elegir las palabras claves para poner en el buscador de Youtube. Vamos de lo más cercano a lo más lejano. Néstor Kirchner, aparte de contar con el apoyo del peor aparato peronista bonaerense de Duhalde (la maldita policía, asesinatos varios, lo que se dice buena gente) no tenía otro historial que el haber ayudado con las privatizaciones de YPF y el haber gobernado Santa Cruz con la misma concentración de poder con la que gobernaron durante doce años la Argentina (es mucho tiempo, aunque ellos siempre hablen como si hubiesen llegado ayer y los estuviera acechando un golpe de Estado). Llegó el ballotage entre Menem y Kirchner y Elisa Carrió (con el canciller Héctor Timerman dentro de su lista) dijo: “estamos en contra de Menem” (ver) y hoy dice lo mismo del kirchnerismo al que ella en su momento eligió como el mal menor. Un poco más atrás Fernando De La Rúa (y su gobierno plagado de dirigentes oficialistas de renombre como Diana Conti, Martín Sabatella, Abal Medina, Nilda Garré, Aníbal Ibarra, Daniel Filmus, Débora Giorgi y siguen las firmas) era la opción progresista al duhaldismo (el cabezón después igual llegó por la vía antidemocrática y nos legó el kirchnerismo). Sin embargo, pronto mostró sus garras, votó la flexibilización laboral, acordó con el FMI (en tiempos en los que el pago de la deuda externa no era celebrado como revoluciones anti imperialistas, sino que eran repudiados por amplias masas populares) y se fue con represión y Estado de Sitio. Digamos que fue un progresismo “sui generis”.
Expiación de Borocotó
Eduardo Lorenzo Boroctó llegó a ser elegido diputado en el año 2005 por el PRO. Antes de eso, había formado parte de las filas de Luis Patti y Domingo Cavallo. Un historial complicado en términos de fascismo. Sin embargo, a pesar de eso, fue tentado por Néstor para sumarse al kirchnerismo y se sumó. Su nombre se convirtió en un sustantivo equivalente al acto de andar transfugueando de un partido al otro. Sin embargo, volvamos un paso atrás. ¿El mismo Néstor que bajó los cuadros de los militares se mejicaneaba un diputado de ideología fascista? Pragmatismo puro, del que hacen gala a diario con la momia de Carlos Menem levantando la mano cuando le chiflan para votar todo a favor del oficialismo con el único y no menor beneficio de ahorrarse la cárcel y morir plácidamente durmiendo en su banca de senador. Ahora que está de moda el papa (tuvieron que recular en ojotas con eso de que era fascista, cómplice de la dictadura, y ahora hay cosas tan fantásticas como dirigentes del viejo PC que andan a los codazos en Roma por una foto con Francisco), se pasa del amor al odio sin un juicio crítico de sus aciertos (trata, narcotráfico) y limitaciones (diversidad de género y aborto). Nosotros vamos a tener misericordia con Borocotó, ya que su pecado no fue original, ni tampoco han desaparecido los pecadores, sino todo lo contrario: volvemos al principio. ¿De qué proyecto me hablan si aceptaron la vuelta de los barones del conurbano, si se robaron massistas y macristas y viceversa? El último ejemplo de Mónica López es desopilante. Las cosas que dice de Scioli ayer y hoy llama a votarlo. Si no fueran todos unos ladrones darían ternura.
Votar a conciencia
Y el tema del voto útil lo vienen ensayando hace rato. El último ejemplo fue en Capital Federal, cuando Aníbal Fernández (ex menemista, ex duhaldista, ex mandamás de la justicia, ex mandamás de las fuerzas armadas, ex mandamás de la policía federal) acusó a la izquierda de ser funcional a Macri por llamar a votar en blanco en un ballotage entre Larreta y Lousteau. Los datos finales dejan en claro que el voto kirchnerista fue masivamente a parar a Martín Lousteau, un tipo que coqueteó con todas las fuerzas de la oposición, que fue ministro de economía kirchnerista durante el papelón de la 125, al que echaron como un perro, lo acusaron de neoliberal y los mismos siete adjetivos que estudian de memoria, pero después llamaron a votarlo. Pero los incoherentes son los que no votan en contra de sus convicciones. Los que no votan algo que les da asco, están equivocados. Los que no votan ladrones, están ayudando a otros ladrones. Los que no votan asesinos, están ayudando a otros asesinos. Los que no votan corruptos, están ayudando a otros corruptos. Los que no votan narcos, están ayudando a otros narcos. No cierra por ningún lado. Personalmente, en términos políticos, voy a seguir eligiendo otros platos más sanos que la ensalada. Digamos que a nuestro país le hace falta romper el colllar antes que seguir cambiando de dueño.
Publicado por Río Bravo el 4 de octubre de 2015





