Aunque la incidencia de diversos tipos de cáncer en la población no paran de crecer y con frecuencia son noticia muertes por intoxicaciones agudas y por leucemia en pueblos rurales, quienes defienden el modelo de producción agrícola predominante suelen aducir que no está probada una relación causal entre la exposición a los agroquímicos y las afecciones que padeces las personas donde las fumigaciones son moneda corriente.
Sin embargo, con el correr de los años y el incremento de casos cáncer y malformaciones, ha crecido también la cantidad de profesionales médicos, bioquímicos, abogados, entre otros, preocupados y ocupados por la salud de las poblaciones rurales, que ponen su formación y conocimientos científicos con miras a una mejora de la calidad de vida de la población.
Uno de ellos es el médico cordobés Ávila Vázquez es coordinador de la Red universitaria de ambiente y salud y médicos de pueblos fumigados, que desde hace años viene investigando la problemática, no sin presiones políticas y empresariales de por medio: en 2015 estuvo cerca de ser sumariado en la UNC por difundir resultados de una investigación sobre las consecuencias de la exposición a agrotóxicos en la localidad de Monte Maíz (Córdoba), que triplicaba el promedio provincial y nacional. El argumento para el sumario era que el informe no tenía el aval de la Facultad de Medicina, pero finalmente sus impulsores, dieron marcha atrás; a mediados del año pasado, fue despedido de la Clínica Caraffa, de Córdoba Capital, tras 18 años como jefe del servicio de Neonatología y Pediatría, por atender y comprar un medicamento a un niño con leucemia.
El escenario
En esa discusión sobre la relación causal o no de los agroquímicos hay un dato que no puede dejar de llamar la atención: la diferencia abismal de la incidencia del cáncer entre pueblos que están expuestos directamente a los agroquímicos y aquellos que no. Sobre esa realidad se enfocan, en parte, los investigadores.
Si bien una de las premisas principales de la introducción de las semillas transgénicas en Argentina, en 1996, fue la disminución contundente de la cantidad de agrotóxicos que se utilizaban, eso no ocurrió. Por el contrario, se pasó de 90 a 500 millones de litros entre ése año y 2018.
Eso muestra "la falla esencial que tiene el modelo del agronegocio. Las plantas y los insectos se adaptan a la presencia de los químicos, desarrollan resistencia a los químicos y los productores necesitan para lograr los mismos resultados aumentar la dosis".
Aunque inicialmente se utilizaban 3 litros de glifosato (herbicida) por hectárea por año se pasó a 10 o 12 litros, mezclado con 24D y otros herbicidas. En Entre Ríos, con 2,1 millón de hectáreas sembradas en la última campaña (Fuente: Rural Net), a un promedio de 15 litros por hectárea, esto significa que se están aplicando 31,5 millones de litros por año, de los cuales 21 millones corresponden al glifosato.
Datos que alarman
Los números anteriores, por sí solos, no dicen nada. Pero, cada vez más, aparecen indicios que generan preocupación y alarma. "El problema lo tenemos en que se contamina cada vez más el ambiente y las personas que viven en las zonas agrícolas están expuestas a dosis más grandes", dijo Ávila Vázquez en una charla organizada por la coordinadora "Basta es Basta".
Pese a las denominadas Buenas prácticas agrícolas (BPA), las distancias mínimas y las técnicas de control de deriva, hay quienes aseguran y fundamentan que es imposible tal control –como el ingeniero químico Marcos Tomasoni, entre otros– y afirman que sólo entre el 10 y el 20 % de lo que se aplica queda en el lote, lo demás en el ambiente. Tal es así que, en 2018, investigadores del CONICET detectaron Glifosato en el agua de lluvia.
Hasta no hace muchos años, admitió, quienes investigaban el tema sólo información de medicina laboral, sobre el problema de la salud de los trabajadores que aplicaban los agroquímicos o de los fabricantes, pero en los últimos años comenzaron a advertir los efectos de la exposición, de personas que no son ni productores ni están vinculados en forma directa con la producción agrícola ni con la fabricación, transporte, almacenamiento o comercialización de agroquímicos: "Es un fenómeno nuevo que se empieza a registrar en los últimos años porque la cantidad utilizada es muy grande".
Por ejemplo, en todo el país, la incidencia del asma (que se mide por la cantidad de menores que usan broncodilatadores) alcanza al 14% de los niños, "pero en los pueblos expuestos más de la mitad de los niños utiliza broncodilatadores", comparó.
"Las malformaciones, en condiciones naturales no superan el 2% y en los pueblos fumigados llega hasta el 6%. Si el embarazo se da en la época más intensa de las fumigaciones, entre octubre y diciembre, el riesgo es seis veces mayor", destacó Ávila Vázquez que se basa gran parte en la investigación realizada en Monte Maíz pero también en otras investigaciones llevadas adelante en Argentina (por el CONICET y el Ministerio de Salud de la Nación, entre otras) y también en Estados Unidos.
De hecho, según un estudio financiado por la cartera sanitaria, en los lugares donde hay más exposición a los llamados plaguicidas hay más enfermos de cáncer.
Otro problema es el de los abortos espontáneos. La tasa nacional es del 3% pero en zonas con exposición llega hasta el 19%, según estudios realizados por investigadores del CONICET.
En nuestra provincia, un caso emblemático es la "Capital nacional del arroz", San Salvador, aunque muchos optan por llamar "el pueblo del cácer" a la localidad en la que –según recopilada entre 2010 y 2014 por el Observatorio de Mortalidad Todos por Todos– las muertes por cáncer llegaron a superar el 50 % en un año y con un mínimo del 32 % en los años relevados, cuando la media nacional oscila entre el 18 y el 20 %.
¿Qué pasa en el cuerpo?
Además de relevar y comparar la incidencia de enfermedades en pueblos donde el uso de herbicidas e insecticidas es casi rutina con zonas donde no hay fumigaciones en las cercanías, el grupo de científicos del que forma parte Ávila Vázquez también se aboca a estudiar y divulgar información sobre cómo actúan los agroquímicos en el organismo, generando malformaciones y diversos tipos de cáncer.
"El glifosato tiene un efecto que trabaja sobre las cadenas de ADN que están en el núcleo de nuestras células donde está la información genética. El glifosato, como otros herbicidas, rompe las cadenas de ADN y hace que la información genética, que hace funcionar las células y todo nuestro organismo se altere", explicó.
Según explicó, esas rupturas celulares se pueden observar en estudios de cromosomas, en estudios micro núcleos o de cometa, que son pruebas que se hacen extrayendo sangre de las personas. "Estas primeras pruebas se hicieron en ratones y se encontró que el glifosato producía un efecto genotóxico, pero los investigadores también hicieron las mismas pruebas en personas, a las cuales no le inyectaron glifosato sino que tomaron muestras de gente que vive en pueblos como Marcos Juárez, que están expuestos ambientalmente porque respiran el glifosato que está en el ambiente. Y encontraron que más del 90 por ciento de las personas estudiadas tenía el daño en sus genes que se ve en las pruebas de genotoxicidad. Esas personas están sanas pero sus genes están lastimados y están reparando esas células o eliminando esas células que no pueden reparar pero puede pasar que un porcentaje de esas personas no pueda reparar o eliminar las células que están muy alteradas y éstas empiezan a prevalecer, a crecer, nos empiezan a invadir y así se genera el cáncer".
El tipo de célula dañe el químico determinará el tipo de daño: "Si esa célula es un espermatozoide o un óvulo fecundado lo más probable es que tengamos un aborto o que tengamos el nacimiento de un niño malformado", advirtió.
Otra de las consecuencias sobre las que advierten quienes estudian el tema desde la medicina son los daños al desarrollo neuronal en los primeros dos años y la posibilidad de graves trastornos en el desarrollo intelectual.
Por eso, afín a otros modelos de producción agrícola, hoy más presentes en la agenda aunque todavía marginales, Ávila Vázquez, sostiene que "es posible cultivar sin agrotóxicos. En la periferia de las escuelas podría desarrollar el gobierno de Entre Ríos desarrollar un programa de agroecología que en algunos municipios está funcionando muy bien y con muy buenos rendimientos y le da mayores ganancias a los productores".
Publicado en Río Bravo el 21 de enero de 2021