Viernes, 19 Junio 2020 03:19

Un diálogo en el tiempo (a 10 años de la partida de Saramago)

Escrito por Claudio Puntel

El 18 de junio de 2010 se nos iba José Saramago. Perdíamos a una de las voces más lúcidas y críticas del siglo XX y la primera década del siglo XXI. En aquél momento lo despedíamos con un diálogo imaginario: un poeta portugués del siglo XVI descubre a Saramago. Con permiso especial del almanaque, Camões reflexiona sobre la condena del Vaticano al pensamiento de su compatriota. Hoy, cuando a nuestro mundo le seguirían viniendo muy bien sus polémicas observaciones, sus discusiones con intelectuales contemporáneos, sus proyectos literarios y su voluntad de seguir imaginando una salida con todos, lo volvemos a recordar recuperando aquél artículo con que le decíamos adiós.

Un diálogo en el tiempo

¿Qué clase de mundo es éste que puede mandar máquinas a Marte

y no hace nada para detener el asesinato de un ser humano?

José Saramagacioneso

Observaciones

Alguien sale de su casa dispuesto a algo, por ejemplo comprar determinado periódico, y se encuentra con que ese diario, el de siempre, no está en el quiosco. Un hecho menor, una nada. Fue lo que le pasó esa mañana a Luis de Camões cuando se lo pidió a su diariero de todos los días.

— No, hoy no me lo trajeron, don Luis.

— ¿Llegará más tarde?

Puede ocurrir. Una demora del furgón de reparto, un corte de electricidad cuando estaban imprimiendo, una huelga de los gráficos que ya pudo haberse solucionado.

— No sé, don Luis, pero hoy no lo tengo.

— Déme el que haya llegado, entonces.

Da igual El Tribuno, Debate, La mañana o Journal; no es el mismo de siempre, qué más da. Es papel, letras, tinta y fotos; páginas más o menos, un diario es un diario. Don Luis lo dobla y marcha con el pliego doblado bajo el brazo.

Ya en su casa, lo abre, se detiene en el nombre. "L'Osservatore Romano", pronuncia. Lamenta no haber conseguido otro diario, algo escrito en portugués, castellano o gallego, lenguas más familiares; en fin. El italiano tampoco es una extrañeza. Se dejará leer. Y así avanza página tras página, palabras del Papa, de un cardenal, noticias las de siempre, y un artículo de Claudio Toscani. Ha muerto un compatriota, es lo primero que se entera en la nota de Toscani. Descubre más cosas en el artículo, el hombre en cuestión era ateo, materialista dialéctico, populista extremista, de ninguna admisión metafísica, libertario y otros primorosos calificativos. Camoes se inquieta. Hombre de cien guerras, ya aprendió a disciplinar los temblores. No es que esas palabras en sí mismas contengan una ofensa; por el contrario, sabemos que el hombre señalado por la voz de imprenta de la Santa Sede responderá “¡presente!” con el pecho inflamado al ser convocado como materialista dialéctico, libertario, ateo…

Pero es que lo que Camões lee no son palabras en sí mismas, que las palabras en sí mismas no se encuentran en ningún lado; quien intente tomarlas queda manoteando el vacío. Éstas son palabras dichas en X, por X, para X, contra X, en nombre de X, para significar X, a favor de X. Justamente, estas X, lo que ellas cargan de condena, es lo que inquieta a Don Luis.

Siguió hojeando el periódico; que para eso había bajado los siete pisos del edificio, corrido al quiosco de la esquina y sacado dinero del bolsillo. Esperaba encontrar noticias, enterarse de la guerra, del hambre, de la crisis; nada de eso era observado por aquel que se decía Osservatore. En fin, lo único observable era aquel compatriota. José Saramago se llama, y en más de una página tuvo el buen gusto de citar a Camões.

Don Luis, portugués del siglo XVI, poeta nacional, cristiano y católico, hombre que supo alzar la espada en nombre de la cruz y la corona; poco puede entender sobre materialismo dialéctico; entre otros motivos, por no caer en anacronismos, que ya demasiada licencia es hacerle comprar un diario de esta época. Pero entre sus líneas, sin ser un hombre dialéctico, ha afirmado cosas como estas: “El mundo se compone de mudanza / tomando siempre nuevas calidades”; pensamiento que lo deja mucho más cerca de un comunista hormonal de estos años que de un clérigo de cualquier época, llámese Torquemada, Ratzinger, Williamson o Maulión.

De a poco fue enterándose de las luchas de este hombre bueno a favor de los campesinos desalojados del Alentejo o de cualquier parte del planeta; de los trabajadores del primero, segundo y tercer mundo; su participación en la Revolución de los Claveles. De sus denuncias contra la invasión a Irak o contra las represiones a las luchas populares. De las amenazas, persecuciones y censuras sufridas en su vida consecuente.

Es cierto, pocas cosas hay que un pobre poeta y guerrero del 1500 pueda comprender, aun siendo Camões; pero hay cercanías que sólo la historia puede lograr. Como aquél obispo brasileño, pensó: “De ese dios del que tú eres ateo, yo también lo soy”.

Publicado por Río Bravo el 19 de junio de 2020

Modificado por última vez en Viernes, 19 Junio 2020 09:36

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