La vuelta a escena de la Fundación Internacional para la Libertad (FIL), con un documento publicado el 23 de abril, fue con definiciones previsibles pero no por ello menos indignantes. El texto circuló con las firmas del ex presidente argentino Mauricio Macri y otros dirigentes y ex gobernantes de Europa y América, como José María Aznar (España), Darío Lopérfido, Patricia Bullrich, Ernesto Zedillo (México), Álvaro Uribe Vélez (Colombia), Julio Sanguinetti (Uruguay) y Federico Franco (Paraguay). Además, acompañaron la iniciativa los escritores Mario Vargas Llosa, Fernando Savater y Marcos Aguinis, economistas ultra liberales como Roberto Cachanosky, Ricardo López Murphy y Benegas Lynch (h), y empresarios como Alejandro Roemmers.
En el documento plantean como una amenaza que “a ambos lados del Atlántico resurgen el estatismo, el intervencionismo y el populismo con un ímpetu que hace pensar en un cambio de modelo alejado de la democracia liberal y la economía de mercado”. Estos dirigentes e intelectuales, que nada dicen del virtual llamado de Bolsonaro a intervenir militarmente el Congreso y el Poder Judicial en Brasil; consideran una afrenta contra las libertades las medidas que en resguardo de la salud pública se están implementando en países como Argentina. Particularmente les molestan, porque lo sienten como un gasto injustificado, las cifras siderales de plata que, en función de la emergencia sanitaria y económica, está siendo "desviada" hacia los sectores más desprotegidos de la sociedad en vez de a intereses más "nobles" como el pago de la deuda externa.
Lo habíamos advertido
Ya hace unos días, en este mismo sitio, habíamos advertido que en los medios hegemónicos de nuestro país (y más allá) y en las redes sociales (donde juegan en cancha propia los ejércitos residuales de trolls vinculados al anterior gobierno nacional), se haría cada vez más intensa la embestida contra las medidas de aislamiento social preventivo y obligatorio.
Poco importan a quienes lideran esta campaña que las decisiones tomadas por el recuperado Ministerio de Salud y por el Presidente de la Nación hayan permitido que hoy Argentina no tenga los más de 2 mil muertos que podría tener por Covid-19 según las proyecciones primarias (vinculadas al ritmo de crecimiento en países que no tomaron medidas duras) o los más de 20 mil muertos que podríamos haber lamentado si tuviéramos el mismo ratio cada 100 mil habitantes que hoy tiene Bélgica.
Actuales gobernantes como Bolsonaro en Brasil y Trump en EEUU han sido claros al respecto: unos cuantos miles de muertos no les harán torcer su irrestricto respeto a la no intervención del Estado en las economías libres que pregonan (y en las que, en realidad, el Estado sí interviene, pero para cuidar los privilegios de los más poderosos).
De hecho, fue en una de las marchas promovidas por la ultraderecha en los EEUU, marchas realizadas en muchos casos con fuerte presencia de armas de todo tipo, que un manifestante "anti-cuarentena" portó un cartel que expresó con absoluta claridad el planteo: "Sacrifiquen a los débiles, Liberen Tennessee". La teoría de la "supervivencia del más apto", propia del darwinismo social más rancio y aparentemente superado; muestra lo viva que está en los sectores sociales económicamente más poderosos en distintos puntos del mundo.
Los gobiernos de Holanda y Bélgica planteando que los enfermos mentales y ancianos no sean internados; no se quedan atrás. Que se mueran en sus casas, podría decir la ex directora gerente del FMI, Christine Lagarde, una pionera en esto de considerar a los adultos mayores como un gasto innecesario.
El progresismo liberal, a la orden
Llamativamente, o no tanto, un fenómeno que se da en nuestro país es la presencia de cierto sector "progresista" que, en los hechos, coincide con las ansias libertarias de economistas neoliberales como José Luis Espert y Javier Milei. Sin dudas con otros intereses, pero coincidiendo al fin, suman sus voces al espanto contra el "autoritarismo estatista" que impone medidas de aislamiento social preventivo y temporario en resguardo de la salud pública.
Estos sectores, en su denuncia de la "farsa" de la pandemia, no tienen empacho en citar a la reaccionaria y ultramontana doctora Concepción Brandolino, una habitué de los programas que difunde la fundación Patria y Libertad, donde llaman genocida a Obama por "abortista". O al virólogo Pablo Goldschmidt, quien vive desde hace décadas en Mónaco y desde allá nos explica que en Argentina se está exagerando con las medidas implementadas.
Nada dicen sobre cómo se explica que todos los enfermeros y las enfermeras, médicos y médicas, de la provincia de Guayas (Ecuador), según esa teoría serían cómplices de la "farsa" de la pandemia. En esa provincia, tomada como ejemplo, en un mes común mueren aproximadamente 2 mil personas, pero en los primeros 15 días de abril murieron casi 7 mil; es decir, casi siete veces más. Obviamente, la mayoría de los fallecidos no tenían el test del Covid-19 realizado, pero ¿qué justifica este abrupto incremento que no sea el mismo motivo que llevó a cavar fosas comunes en Nueva York y a llenar parroquias de Italia y España con féretros a la espera de un entierro masivo?
Tampoco se explica por qué razón los gobiernos que están entre la espada y la pared por la crisis generada por el coronavirus, "inflarían" su cifra de muertos (¿son masoquistas?), o por qué otros gobiernos de todo el mundo estarían rifando entre un 5 y un 10% del PBI de sus naciones en una crisis "ficticia".
Mucho menos, desde ya, explican por qué terminan en los hechos coincidiendo con los pedidos anti aislamiento social preventivo de los grupos empresarios más poderosos, en nuestro país encarnados cabalmente en la figura de Paolo Rocca. Este multimillonario, CEO de Techint, no dudó en despedir casi 1.500 obreros recién empezada la "cuarentena", ofuscado porque no le permitieron poner en riesgo a sus obreros como sí lo hizo la empresa comandada por su hermano, Gianfelice Rocca, en Bérgamo, Italia. Allí, los Rocca provocaron una masacre presionando para que la provincia no entrara en la "zona roja", mientras el virus ya se estaba desparramando en la que terminaría siendo la región más afectada. La voracidad y la angurria de ganancias de los mandamases de Techint (que en Bérgamo poseen una fábrica de tubos sin costura y participan del mercado de la salud privada), provocaron un tendal de muerte y desolación cuando la diseminación del virus ya fue irrefrenable.
Finalmente, el más increíble de los argumentos contra la "farsa" de la pandemia da cuenta de que en nuestro país en marzo ha muerto menos gente por Covid-19 que la que habitualmente muere por accidentes de tránsito. Esconden, ingenua o perversamente, que en nuestro país las cifras de muertos no han explotado justamente gracias a las medidas que critican.
La gran batalla que se viene
Argentina está librando una batalla enorme contra el virus. El 14% de los y las infectados son trabajadores de la salud. Por respeto a ellos y ellas, y a nuestros adultos mayores y compatriotas en general, es que millones de argentinos y argentinas hemos asumido esta lucha como propia. Nos sentimos parte de un colectivo que está enfrentando a un virus pero también a quienes bombardean desde las usinas mediáticas para que sus multimillonarios negocios vuelvan a andar sin trabas, aunque eso cueste salud pública y más vidas.
La batalla que se viene, después, no será menos incruenta. Es la batalla por quién pagará la crisis económica que inevitablemente se está agravando. El proyecto de impuesto sobre las grandes fortunas, que afectaría a los 12 mil argentinos más ricos, muestra un camino posible. La andanada de críticas, presentaciones y amenazas, que recibió la iniciativa, muestran el camino que los eternos defensores de privilegios en nuestro país están dispuestos a tomar. (ver nota: "La batalla por quién paga la crisis").
Sin dudas hay muchos aspectos de las políticas sociales y económicas implementadas en este marco que se pueden mejorar. Pero una cosa son las críticas constructivas, que buscan perfeccionar y salvar las injusticias que se puedan producir, y otra muy distinta son los palos en la rueda que seguirán poniendo quienes aspiran al fracaso de una política que privilegia la salud pública por sobre los negocios.
Es que esa parece ser, cada vez con más claridad, la verdadera grieta. La que separa a quienes sólo sienten, piensan y actúan por sí mismos, por sus deseos individuales y nada más, y quienes se mueven desde la empatía y la conciencia de que es tarea de todas y todos intentar que nos salvemos todas y todos.
Publicado por Río Bravo el 24 de abril de 2020.
En la foto aparecen Mauricio Macri y el empresario Alejandro Roemmers.