“Y otra vez el hambre.
Otra vez el hambre, y es como decir: otra vez la mañana, el atardecer, el mediodía. Otra vez la primavera.
Otra vez el hambre como si dijésemos: otra vez las nubes andan hacia el crepúsculo.
El hambre, el hambre-día, el hambre –estación, el hambre-brisa-del-Sur que lleva las nubes hacia el horizonte” …
Juan José Manauta
Es cierto que esto empieza con Bernardino Rivadavia en 1826 y su pedido a la Baring Brothers. Sin embargo, no vamos a recorrer doscientos años de historia. Apenas cuarenta, que en la historia de un país es casi nada. Desde hace casi cuatro décadas, con discursos más fuertes, doble discurso, relaciones carnales y demás, Argentina destina la mayor parte de sus recursos a pagar deudas que, en su mayoría, no se discutieron en el Congreso, y jamás le trajeron un solo beneficio a ningún argentino de esos que se levantan todos los días a trabajar. ¿Por qué chocamos tantas veces con la misma piedra? Acá van algunas respuestas.
Martínez de Hoz y sus discípulos
Las dictaduras argentinas nos dejaron además de las violaciones en los Derechos Humanos, grandes sumas de dinero en materia de deuda externa. Cuando se lleva adelante el golpe de 1976, Argentina tenía una fuerte industria pesada en la que se destacaban las automotrices, pleno empleo, y una deuda de aproximadamente 7.800 millones de dólares. La política de destrucción de la industria nacional y endeudamiento externo llevada adelante por Martínez de Hoz, se puede anticipar en la Carta Abierta del periodista Rodolfo Walsh a la Junta Militar, entregada el 24 de marzo de 1977, apenas a un año de asumir el Gobierno: “Tampoco en las metas abstractas de la economía, a las que suelen llamar “el país”, han sido ustedes más afortunados. Un descenso del Producto que orilla el 3 por ciento, una deuda exterior que alcanza a 600 dólares por habitante, una inflación anual del 400 por ciento, un aumento del circulante que en sólo una semana de diciembre llegó al 9 por ciento, una baja del 13 por ciento en la inversión extranjera constituyen también marcas mundiales, raro fruto de la fría deliberación y la cruda ineptitud”.
El primero de los Cavallo
Fue tan grande el fracaso económico de la dictadura que, aún sin oposición política legal, Martínez de Hoz debió renunciar. En el año 1982, cerca del fin de los años de plomo, el entonces presidente del Banco Central, Domingo Cavallo, decidió estatizar casi veinte mil millones de dólares de deudas de empresas privadas. Entre las empresas que se beneficiaron con esa medida, se encontraba el Grupo Macri, propiedad del padre de nuestro actual presidente.
Alfonsín, Menem y la Alianza
Además de la inestabilidad política, Alfonsín recibió un país con una deuda externa que superaba los 40.000 millones de dólares. Su primer ministro de Economía, Bernardo Grinspun, buscó auditar esa deuda externa de dudosa procedencia, confrontó con el Fondo Monetario Internacional, y hasta ideó un “Club de Deudores” para que los países oprimidos por la usura pudieran enfrentar en bloque las presiones internacionales. Sin embargo, finalmente, la presión del capital financiero surtió efecto y terminó renunciando para que asuma Juan Sourrouille. La victoria de los intereses imperialistas fue, nuevamente, la derrota de los argentinos. Alfonsín se fue con la hiperinflación y dejó una deuda externa de casi sesenta mil millones de dólares.
Sin lugar a dudas, el menemismo fue el Gobierno que nos endeudó con mayor obscenidad. No sólo por las cifras (aumentó más del cien por ciento la deuda, lo cual significó superar los cien mil millones de dólares), sino también por las formas. Además de terminar la destrucción de la industria argentina y la entrega de todas las empresas estatales, Menem nos endeudó hasta el caracú. Pese al fracaso económico de la dictadura, Domingo Cavallo fue el ministro de economía de este gobierno peronista y del posterior gobierno de la Alianza (radicalismo, peronismo y “progresismo”). Esto no tiene nada de curioso ni contradictorio, si observamos que en materia económica ha habido una sola constante. Pagar más y más, y deber cada vez más. Como dato de color, el que firmó el “Megacanje” junto a Cavallo (un nombre de fantasía para no decir deuda y punto), fue el actual presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger. Después del fracaso de ese plan, llegó otro que se llamó “Blindaje económico” (¿otro nombre más?). El resultado lo conocen todos. De la Rúa se fue en helicóptero y dejó muertos y, por supuesto, más deuda.
Alejandro Olmos, un paréntesis
Hubo una persona que dedicó su vida a investigar esto. Escribió un libro que se llama “Todo lo que usted quiso saber sobre la Deuda Externa y siempre se lo ocultaron”. No sólo se dedicó a estudiar, sino que inició una causa judicial, que el 13 de julio del año 2000 obtuvo un fallo favorable por parte del Juez Ballestero, que dice en resumidas cuentas que, la deuda externa argentina es “usuraria, ilegítima y fraudulenta”. Esto quiere decir que seguimos pagando algo que está hecho para no ser pagado (si ganás 1 y debés 1000, nunca lo vas a poder pagar), y cuyo origen es una estafa a los argentinos que pagan esto con sus impuestos y esfuerzos constantes. Hace casi veinte años se resolvió eso y nadie se propuso investigar la deuda externa. Alguna vez, tendremos que brindarle el homenaje que se merece a Alejandro Olmos, que casi nadie conoce en nuestro país. Por eso estamos como estamos.
Duhalde, kirchnerismo y doble discurso
El primer regalito de Duhalde fue la devaluación que significó una enorme sangría para los argentinos pero de la cual los bancos salieron impunes. Los jubilados que tenían ahorros de toda la vida en dólares sufrieron una pesificación que les robó buena parte de su dinero, y la deuda externa se mantuvo en dólares, por lo cual, tras la devaluación, creció. Tras un breve periodo en el que se suspendieron los pagos, y a pesar del respaldo del fallo de Ballestero, la decisión fue seguir pagando sin investigar. Al dejar el Gobierno, Duhalde dejó una deuda de alrededor de doscientos mil millones de dólares.
Gracias a la buena propaganda que se supo construir, algunas personas de muy buena fe creen que el kirchnerismo resolvió el problema de la deuda externa. Esto no es cierto, y lo dicen los números que no mienten, pero también las decisiones políticas. Siendo uno de los gobiernos que mayor legitimidad alcanzó en este último período democrático y con un contexto regional favorable, ninguno de los tres gobiernos kirchneristas se planteó la investigación de la deuda externa. Saldó la deuda con el FMI, pero siguió pagando la del Club de París (contraída por la Dictadura) y la de otros organismos de crédito no menos usurarios. Pese a que durante el kirchnerismo se pagaron casi trescientos mil millones de dólares, y se redujo su peso sobre el PBI considerablemente (hay que decirlo, se estatizó buena parte de la deuda sin investigarla), cuando dejaron el gobierno se debían más de doscientos mil millones de dólares. El famoso “desendeudamiento” (otro nombre más para llamarle a lo mismo) no fue tal. ¿Cómo se explica esto? La deuda está hecha para no ser saldada. Pagues lo que pagues, siempre seguís debiendo. Por eso es una estafa.
Otra vez la deuda
Lo más triste de todo esto, es que esa deuda que se llama de mil maneras y siempre es la misma, no tiene ningún beneficio para la gente que anda de a pie. No se destina a construir hospitales ni escuelas, y frena el desarrollo del país. Los simpatizantes del anterior gobierno podrán decir que pagaron un montón de deuda, pero todo eso fue en desmedro del país. Con un superávit importantísimo, y más allá de lo que se mejoró respecto del 2001, no se pudo reconstruir el tejido social, y el pedazo de torta más grande se lo llevó el capital financiero. Mientras al exterior viajaban los dólares, para los pobres hubo planes y paliativos.
Volvemos a Manauta. Otra vez la deuda, “y es como decir: otra vez la mañana, el atardecer, el mediodía. Otra vez la primavera”. La forma en que ha endeudado al país el Gobierno de Mauricio Macri no tiene precedentes. En diciembre del año pasado, la deuda externa superó los trescientos mil millones de dólares. ¿Y cuál es la solución que se pensó para todo esto? Volver al Fondo. Nuestra economía es un juego en el cual, hagas lo que hagas, siempre gana la usura. Cuando hay crecimiento económico se paga mucha deuda, cuando hay crisis se toma mucha deuda. Gana el capital financiero y pierde la gente. Con matices importantes (no decimos que todos los gobiernos hayan sido iguales), en la deuda externa se puede ver el corazón de todos nuestros problemas. Algún día, se hará Justicia con Alejandro Olmos: Mi único héroe en este lío.
(*) Publicado en Gualeguay Hoy